Os voy a contar un cuento que me han pedido que os cuente. Igual os va a sonar mucho, mucho. ¡Cuánto me alegra que así sea! Cuando me muevo por el mundo, aunque sea desde mi ordenador, y me encuentro con estos cuentos se me mete por el cuerpo una gran dosis de energía.

Pero antes de nada, aviso para navegantes: este cuento no tiene fin. Lo bueno es que nadie puede hacerte spoiler 😉

Pues hete aquí que se era, un grupo de personas que habitaba un pequeño pueblo serrano. Algunas llevaban allí toda la vida y otras unos pocos años, conociendo a sus gentes y entorno, sintiéndose cada vez más parte de ese lugar del mundo. Un buen día descubrieron que se les inflamaba el corazón. Les ardía en el pecho. Corría el año 2011.

Asustadas por lo que les pasaba se reunieron para compartir la experiencia. Toda aquella información, que les llegaba de la gran ciudad y algunos municipios cercanos, tenía gran parte de culpa: las calles se estaban abarrotando de personas que empezaban a levantar la voz y a señalar con el dedo hacia las auténticas causas de su malestar. Todos esos corazones encendidos les habían contagiado aquella profunda emoción: ¡La esperanza!

Y, claro, algo tenían que hacer con aquella agitación interna. Se dieron cuenta de que lo primero que  tenían en común, además de los corazones agitados, era el espacio que habitaban y las personas con las que lo compartían. Y decidieron emplear toda esa energía interna en crear un espacio abierto donde pensar y decidir qué pasos dar para avanzar hacia el bienestar común.

Pusieron sus cabecitas a fuego lento para empezar, y la palabra PROCESO siempre estuvo presente. Y con el reverbero de la materia gris común, empezaron a flotar en el ambiente algunas de las otras palabras que fueron fundamentales para ese proceso: INCLUSIVO, TRANSPARENTE, IGUALITARIO, SOLIDARIO, RESPETUOSO, PROPOSITIVO…

Así empezaron a convocar al resto de corazones del municipio a participar en la Asamblea Ecosocial: un espacio abierto de reuniones quincenales donde pensar y esbozar el futuro común que se quiere para el municipio. La asistencia de personas a aquellas reuniones era bastante heterogénea. Sus convocatorias se anunciaban por la megafonía pública y mediante cartelería, colgando también en los espacios públicos los resultados de sus reuniones. El resultado incrementó la emoción. Se llegó, por consenso, a una definición básica de líneas de inversión del gasto y esfuerzo municipal para conseguir un municipio que en 2020 fuera aquel que imaginaban para sus habitantes y su entorno. ¡La esperanza no paraba de crecer!

Pero todos los cuentos tienen una parte en la que empieza a desarrollarse lo complicado, y este no iba a ser menos… Empezaron a aparecer diversos personajes que querían extraviar al grupo de agitados corazones: los miedos (a lo extraño, a la pérdida de beneficios personales, a lo establecido, a la pérdida de intimidad o de razón,…), el deseo de inmediatez, los egos… Los encuentros con estos personajes fueron resueltos con valentía en algunos casos, continuando el camino reforzadas, y en muchos otros los personajes se convirtieron en pequeñas motas de polvo que aún viajan en sus mochilas, buscando la ocasión para juntarse y convertirse en pelusa…

Nuestro grupo avanzó en su aventura presentando una candidatura a la gestión del municipio, que funcionaba bajo el mandato de la Asamblea Ecosocial. Se consiguió que un elevado grupo de vecinas y vecinos diera su confianza a la candidatura obteniendo una concejalía de un total de 7.

IlustracionIsaElCuentinoClaro, hubo lobos feroces que trataron de intimidarles y hacerles desistir recurriendo a las más sucias tretas y amenazas: sibilinas lenguas que rumorean, puertas cerradas al uso de espacios públicos, hogueras públicas ejemplificadoras en busca del “extrañamiento” y deshumanización de las diferentes,… Todas estaban enfocadas a la potenciación del miedo y silenciación de la diversidad. Aquellos lobos no se daban cuenta de que solo en la potenciación de la cooperación y la comunicación se garantizaba un futuro sostenible para el municipio para todas las personas que en el habitaban… en realidad, estaban asustados.

Lo que no sabían los lobos era que los corazones encendidos eran valientes y tenaces. Aunque la asistencia a las asambleas decreció, se mantuvo una participación activa en la gestión municipal, dentro de los márgenes limitadísimos que encontraron. Enviaron boletines a cada hogar periódicamente, asegurando así que toda la comunidad tenía información para poder participar con conocimiento. Se elevaron muchas propuestas y, cuando no quedó más remedio, se acudió incluso a pedir mediación a otras instituciones públicas.

Y, os preguntareis: ¿En qué momento del cuento se encuentran estos inflamados corazones serranos? ¿desistieron en su lucha? ¿fueron vencidos finalmente por el lobo? Es un momento decisivo. Las noticias de la gran ciudad y la comarca siguen siendo esperanzadoras. Parece que el acceso a la información, las redes de comunicación y los ejemplos de cambios provocados por la acción ciudadana, hacen que cada día crezca el número de corazones encendidos. Aumenta el número de personas que percibe que esto es un síntoma de posibilidad de acceder por fin a una gestión del común para el común con sentido común.

Ahora todo dependerá de que esas llamitas que empiezan a encenderse se animen a sentarse en la hoguera que hace que  esto sea posible, y para ello necesitan saltar al vacío, venciendo los miedos… (Isa, autora de la ilustración que acompaña el cuento, en su libro, Ahoraonunca, da luz para esta empresa de “vivir”).

Ya avisaba al principio: este cuento no tiene fin. Al menos de momento… Nuestras protagonistas han crecido en número, hay llamitas que se van acercando a la hoguera, sus corazones laten fuerte y ya llevan mucho aprendido: la necesidad del lenguaje común, de la persistencia informativa (mínimo imprescindible para la participación), de poner en la mesa el conflicto y sacarlo de la latencia, pero cuidando a las personas que forman parte del mismo. Sobre todo aprendieron que para llegar a la cima de una montaña con todas y bien, hay que acompasarse… Al reverbero de la materia gris común, con la palabra PROCESO grabada en el corazón y las orejas bien abiertas para quien se quiera sentar, cada día vigilan que no se apague el fuego. Y los lobos están asustados…

Seguro que se parece a muchos cuentos de tu barrio, tu pueblo, tu ciudad…

¡¡No dejes de perderte tu hoguera, es de SENTIDO COMÚN!!

FotoLauraArroyo2

 

 

 

Laura Arroyo Escudero es Educadora Social y representa y da voz,  como miembra de la iniciativa ciudadana, a una asamblea ciudadana que se generó hace cuatro años en Talaveruela de la Vera, Cáceres.

[La ilustración es de Isa, ilustradora de libros como ‘Ahoraonunca’ o ‘La ciudad y los lunes’ y colaboradora habitual en el periódico Diagonal.]