En un mundo que cambia a gran velocidad no siempre es fácil mantenerse conscientes de cuál es el rumbo que se desea tomar: se corre el riesgo de terminar dando vueltas en círculo (muy rápido, eso sí), o sumándose a las distintas corrientes arrastradas por otras.
La Fundación Entretantos es una organización que parte de un grupo de personas con una voluntad y valores comunes de ejercer un impacto en el mundo que nos rodea. Además, busca ser un proyecto laboral que garantice la seguridad y las condiciones dignas a quienes trabajamos en ella. Reunirnos periódicamente para definir, revisar y actualizar nuestra estrategia política nos ayuda a conjugar ambos objetivos y no perder de vista los lugares hacia los que queremos dirigirnos.
Dentro de esta estrategia, existen tres compromisos que nos definen como organización: con la defensa del territorio, con la gestión colectiva de este, y con la combinación de formas tradicionales e innovadoras a la hora de abordar ambos.
Al igual que muchas otras organizaciones, compartimos una conciencia ecológica fuerte que, en la actual situación de emergencia climática y ambiental, nos lleva a tratar de contribuir a mejorar o transformar los distintos sistemas de los que formamos parte. Ante la creencia social de que el impacto de los seres humanos en nuestro entorno es necesariamente negativo, confiamos en que se pueden dar cambios que nos lleven no sólo a ser “sostenibles” en el sentido estricto de la palabra, sino a ocupar un lugar en los ecosistemas que nos permita aprovechar nuestras capacidades únicas para tener un impacto positivo y regenerativo como especie, a nivel natural, económico y social.
Sobre todo, nuestro enfoque está centrado, además, en cómo se deciden e implementan estos cambios. Pensamos que las decisiones son más justas y orientadas al bien común a largo plazo cuando se toman colectivamente y desde las propias personas que van a verse afectadas. Es decir, que las comunidades que habitan cada territorio deben tener la capacidad y potestad para deliberar y decidir conjuntamente cómo quieren que sea el futuro de ese territorio.
Lamentablemente, en la actualidad existe también la creencia generalizada (respaldada por cualquier experiencia en una reunión de escalera o cualquier vídeo de una sesión en el Congreso) de que las personas somos incapaces de ponernos de acuerdo. La abundancia de recursos de las últimas generaciones nos ha permitido aislarnos de los mecanismos de colaboración que han resultado siempre esenciales para nuestra supervivencia. En nuestro paradigma actual, los conflictos se plantean en términos de polarización y extremos, y no vemos muchos ejemplos en los que se practique la deliberación y la búsqueda de compromisos en lugar de la ruptura de relaciones y el seguir cada uno por su lado.
Sin embargo, la Historia nos muestra multitud de casos (nunca perfectos y generalmente incómodos) en los que las comunidades han sido capaces de organizarse y manejar los conflictos sin violencia, y en los que la colaboración social ha supuesto nuestra ventaja fundamental como especie para sobrevivir y prosperar. Creemos que recuperar, adaptar y mejorar las herramientas para esta colaboración es una clave imprescindible para emprender los cambios que supone la transición ecológica sin dejar a nadie atrás.
En esta línea, nuestra participación en procesos como el Grupo Campo Grande (sobre la convivencia entre el lobo y la ganadería extensiva); la articulación de redes – como la Red de Municipios por la Agroecología, Somos Comuneras, la Plataforma por la Ganadería Extensiva y el Pastoralismo o Ganaderas en Red; la co-creación de Estrategias Alimentarias – como la de Valladolid o la Comarca de la Vera – o el trabajo en la recuperación y promoción de los comunales tradicionales nos otorga importantes experiencias con las que adaptar y refinar la compleja y hermosísima tarea de acompañar a personas tratando de construir un futuro en común.