En el siglo III a.C., el entonces griego Euclides, en el primer volumen de su tratado Los Elementos (13 libros como 13 soles), exponía 48 proposiciones sobre cuestiones de Geometría y Mecánica (la de la Física, no la de OCC, Fast & Loud o Wheelers Dealers).
Esas proposiciones -entre las que se incluía el Teorema de Pitágoras casi como lo aprendimos en la escuela (aunque él no hablaba de catetos e hipotenusa), ingresando en el club de los que han demostrado ese teorema: los magíster matheseos de la Edad Media, el autor del Chou Pei chino, el hindú Bhaskara II, Leonardo da Vinci, E.S. Loomis con sus 367 demostraciones ¡y hasta un presidente de los EEUU!…una combinación tan variopinta como aquella de: “Joe Jackson, Mozart, Joselito el Gallo, Comandante Ruz, Orson Wells, Rita Hayvorth, Bob Dylan, Di Stefano, Fender, Espartaco, Curro Romero, el Gordo y el Flaco” (1)– se desarrollan a partir de 23 definiciones, 5 postulados y 5 nociones comunes.
Las nociones comunes o axiomas son reglas de razonamiento matemático, son ciertas porque se cumplen y siempre se cumplirán. Por ello, también se da en llamarlas verdades manifiestas; algo con lo que no todos estuvieron muy de acuerdo entonces y tampoco lo estarían ahora (“La única ética en un mundo cruel es el azar: objetivo, imparcial, justo” (2))
La primera noción común de Euclides dice: “Las cosas que son iguales a una misma cosa son iguales entre sí”.
Así se rige gran parte de nuestra vida y muchas corrientes de pensamiento presentes y pasadas; algo muy lineal, cumpliendo escrupulosamente la propiedad transitiva (esa que dice que: si a=b y b=c, entonces a=c), todo muy ordenadito y limpio.
…Hasta que un buen día, algo o alguien (un libro, una persona, una película, un discurso…“La respuesta la encontrarás por ahí. Te está buscando. Y te encontrará siempre que lo desees” (3)) nos hace dudar de todo, poner las creencias en cuarentena y salir a ver mundo.
Unos 2.300 años después de Euclides, “al fin y al cabo, mañana será otro día” (4), Juanjo Millás escribía: “desconfío tanto de lo que pienso que solo tengo impresión de acertar cuando me contradigo” (5).
Aquellas verdades manifiestas se relativizan y hasta caen, dando paso a un pensamiento más plástico. “Asique, lo que te dije era verdad…desde cierto punto de vista. Vas a descubrir que muchas de las verdades en las que creemos dependen de nuestro punto de vista” (6).
Hay que pasar un primer momento en el que nos sentimos solos y desnudos (“No sabes nada, Jon Nieve” (7)), tras el cual, si uno sale de ese estado de crisálida, renace con todo un mundo de posibilidades al alcance del pensamiento.
Y empieza a cuestionarse lo que hasta entonces era así porque era así. Y lo que antes era costumbre, ahora es obsoleto. Lo que hacíamos convencidos de que era lo que había que hacer, se nos plantea ajeno y sin sentido. Las personas a las que creíamos con cierta capacidad (de gestión, de opinión, de cambio), ya no son tan diferentes a nosotros (“Santos no hay; lo que hay son tarifas diferentes”(8)).
Pasamos de ser actores a ser directores, motores de nuestro propio pensamiento, dueños de nuestras decisiones. Ser consciente de esta fuerza es algo que a veces nos supera y nos hace temblar, “se me doblaban las cañas / varitas de paragüero” (9). La cuestión ya no es saber dónde están los límites sino porqué tiene que haberlos y quién decide dónde ponerlos.
¿Por qué no conocer de dónde viene esta manzana que me como?
¿Puedo autogestionar mi propia energía?
¿Por qué no diseñar el presupuesto de mi ayuntamiento?
¿Por qué votar solo cuando lo quieren quienes van a “ganar”?
¿Por qué no se me consultan las cuestiones que influyen en mi vida?
“Cuando todo da lo mismo, ¿porqué no hacer alpinismo?” (10)
Y aquí empieza el trabajo duro, las sesiones de rehabilitación. Ser implica hacer, construir, decidir, luchar, cambiar.
El sistema, autorreplicante y multiviral, intentará sacudirse esas tomas de conciencia que pueden suponer su final. Lo consigue a veces. Lo conseguirá todas, “los finales felices solo son historias sin acabar”(11). Solo cuando se acabe con ese sistema dejará de conseguir mantenerse (“cuando la tiranía es ley, la revolución es orden” (12)) y podremos decir que nosotros somos.
Pedro L. Gallo Glez_Fundación entretantos
… y unxs cuantxs más:
(1) Kiko Veneno, Superhéroes de Barrio en Échate un cantecito, 1992.
(2)Harvey Dos Caras Dent/Aaron Eckhart, El caballero oscuro, 2008.
(3)Trinity/Carrie-Ann Moss en The Matrix, 1999.
(4)Scarlet O’Hara/Vivien Leigh, Lo que el viento se llevó, 1939.
(5)Los objetos nos llaman, Juan José Millás, Seix Barral, 2008.
(6)Obi Wan Kenobi/Alec Guinness, El Retorno del Jedi, 1983.
(7)Ygritte en Juego de Tronos: Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin, 2005.
(8)Marcos/Ricardo Darin en Nueve reinas, 2003.
(9) Manolo García, La sombra de una palmera en Arena en los bolsillos, 1998.
(10) Jorge y Javier Krahe, La Yeti – 1ª parte en Sacrificio de dama, 1993.
(11) Jane Smith/Angelina Jolie, Mr & Mrs Smith, 2005.
(12) Calle 13, Adentro en Multiviral, 2014.
Vaya…pues yo no lo entendí así, me lo tomé por el lado positivo… Por los contínuos momentos que de esa manera se suceden en los que nos vamos reafirmando una y otra vez. A veces nos despistamos, y pasa demasiado tiempo, pero el trabajo de la conciencia y la lucha contra lo establecido, el contacto con el empoderamiento…lo veo como un camino, no como un fin. Y no, nada es perfecto ni absoluto, pero es el contacto con eso lo que nos hace no parar. El famoso camino a la utopía, no?
Qué bueno, Pedro. Nos creemos tan modernos, y todo está ya escrito y pensado; pero qué bien buscar allá lejos las raices de nuestras dudas actuales… aunque ese final es un tanto desolador ¿no? Porque mientras tanto… ¿ahora no somos?
Abrazos,
Gracias, Santiago, por tu comentario.
Sobre lo del final, me reconozco pesimista empedernido (por eso sé que siempre puede ir mejor), dejémoslo en que lo bueno es que «(por) ahora sabemos que(‘) queremos ser»