También la dimensión comunitaria del proyecto se observa en la implicación del par de centenas de voluntarios que forman parte de IET que, en una ciudad de unos 15.000 habitantes -aseguran desde la organización de este proyecto- están implicados de una u otra manera en el mantenimiento de los huertos urbanos. Los distintos parterres que salpican la ciudad de hortalizas, verduras, plantas aromáticas y medicinales han sido cultivados y son mantenidos por grupos de voluntarios, de forma que son los vecinos los que se hacen cargo del mantenimiento de sus espacios verdes, reconvertidos en despensas libres, donde cualquier persona que pase puede servirse para cenar unas acelgas o unas coles de Bruselas. Lo que pudiera observarse -eso de poner lechugas y acelgas a mano de cualquiera- como una arriesgada manera de provocar el vandalismo ha sido en la práctica justamente lo contrario: la policía local de Todmorden ha detectado una menor prevalencia de ataques vandálicos a los jardines y espacios públicos de la ciudad desde que IET está en marcha ¿casualidad? ¿O el efecto benéfico de una comunidad comprometida consigo misma? Es cierto que paseando por las calles de Todmorden no percibes un masivo seguimiento al proyecto IET, ni legiones de hortelanos azada en ristre discutiendo si tomar o quemar el Palacio de Invierno. Pero claro, es que las revoluciones del cariño no se c
onstruyen con pancartas ni barricadas en las que la gente se aposta y es fácil de identificar.
El cariño por el cariño también se observa en el trato que las lideresas de este proyecto tienen hacia los voluntarios, los colaboradores o las personas que se acercan a echarles una mano en cualquiera de sus eventos, en la animación del festival de la cosecha o en la compleja organización del congreso anual de la red internacional Incredible Edible que se celebró en Todmorden el pasado mes de octubre. Emociona ver el cuidado con el que reciben las instrucciones sobre su trabajo, el refuerzo positivo por cada pequeña tarea realizada, el tiempo que les dedican para preguntarles por su familia o enseñarles con mimo el impresionante órgano de la Unitarian Church pese al montón de compromisos que se les agolpan.
The power of small actions
Como compartirá el lector que haya llegado hasta aquí, el paso a la acción desde la reflexión política o desde la denuncia ecológica, es otra de las palancas que hacen de este proyecto algo vitalmente poderoso y socialmente exitoso. No se trata de denunciar los problemas de la sostenibilidad y la soberanía alimentaria desde una manifestación o un artículo de prensa; no se trata de plantar rúculas como mero entretenimiento jardinero: es todo eso y mucho más. Es pasar a la acción desde la reflexión y la crítica; es tomar las riendas de tu propio destino; es mirarse a las manos, mirar las del vecino y sorprenderse de las inmensas capacidades que atesoran ese puñado de dedos movidos en una misma dirección. Porque la vocación de estos pequeños huertos dispersos por la ciudad no es, ni mucho menos, alimentar a una familia de la ciudad. Quizá el autoabastecimiento alimentario no sea el principal objetivo de estos espacios, como hubiéramos pensado, sino más bien otro: su papel ejemplificador, el ubicar lo rural y lo hortícola en el centro de la comunidad, justamente en puntos centrales de la ciudad como el centro médico, la escuela o la sede de la policía, el mostrar las capacidades que los propios vecinos tienen para actuar en su comunidad… quizá por ello estos espacios son bautizados como ‘propaganda garden’. Hacen propaganda del campo en la ciudad pero, sobre todo, hacen permanentemente visible el compromiso y la capacidad de los vecinos de una comunidad cuando se ponen a ello. Son un instrumento poderoso de propaganda, sí; de unos vecinos que son testigos día a día de lo que pueden lograr cuando pasan a la acción; y esta demostración de capacidad da pie, puede darlo al menos, a otros cambios más allá de los hortícolas. Quién sabe qué otra revolución puede poner en marcha una comunidad inteligente y que se sabe capaz de cosas que un día soñó…
Esta poderosa palanca de movilización que es el paso a la acción explica, quizá con el resto de claves de éxito de este proyecto que hemos apenas esbozado en este escrito, el éxito de Incredible Edible en el mundo: en los hogares de Todmorden, donde muchos vecinos han decidido cultivar sus propias hortalizas en los jardines o en espacios abandonados. Pero también en cualquiera de los varios centenares de ciudades inglesas, francesas, australianas, marroquís o israelíes donde se ha replicado este proyecto, y en aquellas otros miles de lugares donde la iniciativa de Todmorden ha servido de inspiración, de gozosa inspiración.
[La primera parte de este artículo la puedes leer pinchando aquí]
Autores
Esperanza González de la Mora (Cooperativa Integral de Valladolid); Lorena Serrano (La Huerta de la Granja y Asociación La Regadera Verde); Santiago Campos Fernández de Piérola (La Huerta Sin Puerta de Valladolid, GEA scoop. y Fundación Entretantos.)
Este artículo surge del viaje que realizamos a Todmorden (UK) en septiembre de 2013 para conocer de primera mano el proyecto Incredible Edible-Todmorden y que reflejamos en el diario digital www.depucelaatodmorden.com.